“El compromiso es un acto, no una palabra”- Jean Paul Sartre

Implica estar convencido de la fortaleza de la semilla que se riega. ¡Implica creer!

La palabra compromiso es un sinónimo de obligación, deber o convenio y su significado profundiza más en esa manera de actuar pactada y asumida por cada una de las personas con relación a la meta que se han propuesto alcanzar. Se utiliza en muchos escenarios y los hay de muchos tipos pero todos tienen algo en común: cumplir el contrato.

Los compromisos pueden ser sociales, éticos, personales, familiares o educativos, entre otros. El hecho es que, prácticamente en ninguno de estos ámbitos, el compromiso es individual sino que es más bien compartido.

Y es que no hay educación verdadera sin compromiso. La educación real resulta del trabajo en conjunto de familia y escuela cuando ambas acuerdan promover un aprendizaje afectivo y efectivo que atienda las necesidades de los niños y niñas.

Familia y escuela pactan trabajar entonces en pro de un objetivo conjunto y cada uno tiene sus obligaciones. La familia enseña a convivir y a relacionarse con sus iguales en sociedad; promueve experiencias cristalizantes de vida, valida todas las emociones y proporciona, tal y como hace la escuela, suficientes oportunidades para el desarrollo de las emociones. Al fin y al cabo, será la base sobre la cual crezcan los jóvenes de las generaciones de relevo. En pocas palabras, la familia vela por su bienestar físico y emocional.

Por otra parte, la escuela asume el compromiso de validar y trabajar para desarrollar las diferentes habilidades de sus alumnos; ya sabemos que no somos buenos en todo. Esto es importante a la hora de guiar al alumnado en determinado camino académico. La escuela tiene que hacer curioso el aprendizaje y fomentar un ambiente agradable al cual los alumnos quieran ir.

Enseñar, educar, emocionar, desarrollar y crecer son objetivos que no tienen fin, no tienen fecha de caducidad y es por eso que “una vez tengas el compromiso, necesitas la disciplina y el trabajo duro para llegar hasta allí”. Adquirir un compromiso es darlo todo hasta alcanzarlo. Cuando hablamos de darlo todo es exactamente eso: trabajo duro, entrega y sacrificio. A medias no funciona; cada uno de los protagonistas de esta historia debe tener sus objetivos claros y, aunque en el camino pasen cosas, entender que es parte del aprendizaje y asumirlo como tal.

Ante las adversidades: calma, tenacidad, esfuerzo y mirada fija en los objetivos de crecimiento y realización personal recordando porque, en primer lugar, dimos el paso y aceptamos el trato.

8 consejos para hacer una clase motivadora

Un estudiante poco motivado podrá aprender listados de vocabulario y aplicar la gramática como si fuese una formula matemática, pero no retendrá la información, no interiorizará las estructures, no generalizará los conocimientos, practicará poco y en algunos casos acabará interrumpiendo y molestando en clase. Incluso con la clase más planificada y el profesor más cualificado, un estudiante desmotivado difícilmente aprenderá de una manera efectiva. 


Dedicar tiempo y recursos e implantar estrategias que mejoren la motivación es la mejor inversión que un profesor puede hacer. Como dijo Skinner, la motivación es la super autopista del aprendizaje. Los estudiantes motivados no solo aprenderán más y de una manera más significativa, el hecho de aprender y enseñar se convertirá en una experiencia divertida y altamente gratificante tanto para los alumnos como para el profesor. 


A continuación, presentaremos algunas estrategias que pueden ser utilizadas por el profesor para aumentar la motivación en el aula. 


 1. Crear un ambiente positivo en el aula 

Los alumnos necesitan sentirse en un ambiente donde se sientan valorados y respetados. Si perciben al profesor como alguien amable que los escucha, se preocupa y les apoya, se sentirán mucho más motivados por aprender. Uno de los elementos más poderoso en manos del profesor es saber utilizar de manera positiva el feedback que da a sus alumnos. El profesor crea un refuerzo positivo cuando reconoce y alaba el esfuerzo y trabajo duro de sus alumnos. A veces los profesores cometen errores de focalizar mucho la atención en las equivocaciones de los alumnos y olvidan felicitarles los aciertos. Celebrar el esfuerzo y la buena realización a menudo tiene unos efectos más positivos y prácticos que “castigar” los errores. El humor también puede convertirse en un gran aliado del profesor para alcanzar este buen ambiente en el aula. 


 2. Conocer a los alumnos 

Si se quiere hacer clases atractivas y motivadoras es imprescindible hacer un esfuerzo para conocer aquello que interesa y gusta a cada estudiante. La edad, el estilo de aprendizaje, la personalidad, el nivel de inglés… Son algunos aspectos a tener en cuenta a la hora de descubrir aquello que motiva a nuestros alumnos. El profesor ha de ser capaz de incorporar en su programación aquellos temas y actividades que mueven a sus alumnos. ¿Cuál es su cantante favorito? ¿Qué tipo de juegos prefieren? ¿Qué personajes les inspiran? ¿Cuáles son sus habilidades? ¿Qué les gusta hacer en su tiempo libre? ¿Qué música escuchan?…


 3. Implicarles en el funcionamiento del aula 

Una manera efectiva de fomentar la responsabilidad, la implicación y la participación es proporcionar a cada alumno una tarea dentro del aula (borrar la pizarra, escribir la fecha, repartir los libros…). Dar oportunidades de escoger en momentos concretos el tipo de actividades que se llevará a cabo – por ejemplo, qué juego se hará al final de la sesión, escoger una canción, etc.- ayudan a que los alumnos se sientan más participes del funcionamiento de la clase. Su implicación y compromiso también mejorará si se permite a los alumnos participar en la definición de normas de clase, éstas no se verán como algo impuesto sino como a un objetivo a alcanzar. Los alumnos también se sentirán más reconocidos y aceptados si se fomentan actividades que les permitan mostrarse al grupo como las actividades de “show and tell”. Las producciones de los alumnos pueden ser expuestas orgullosamente en el aula. Esto envía al estudiante el mensaje de que ellos son participantes activos en la creación de conocimiento y no meros receptores pasivos. El sentimiento de pertenencia al grupo también aumentara si los alumnos participan en la decoración del aula (pósteres, exposición de trabajos…).


 4. Establecer objetivos claros 

Cuando las expectativas son claras y transparentes, los estudiantes saben hacia dónde se dirige su esfuerzo y están motivados para llegar porque el camino es visible y accesible. Trabajar con objetivos diarios, semanales y anuales da a los alumnos un propósito y un sentido por su esfuerzo. Los objetivos diarios de aprendizaje o de comportamiento han de ser verbalizados, apuntados en la pizarra o, incluso, plasmados en carteles y pósteres, de manera que estén muy presentes durante cada sesión. Establecer un objetivo del día al inicio de la lección da a los estudiantes un propósito para su aprendizaje. Es bueno e imprescindible que, al acabar la sesión, la unidad o el trimestre, se establezcan mecanismos que permitan conocer si efectivamente se han alcanzado los objetivos marcados.


 5. Ofrecer incentivos

Establecer objetivos motiva a los alumnos a participar, pero a veces los estudiantes necesitan una ayuda extra en la dirección adecuada. Ofrecer pequeños incentivos hace el aprendizaje más divertido y añade un punto de motivación extra para esforzarse. Los incentivos pueden variar desde un pequeño privilegio a un estudiante ejemplar (ser el primero de la cola), hasta a una gran recompensa grupal (dedicar una sesión a hacer juegos). Es muy importante que los incentivos no impliquen un coste económico y que sean más un reconocimiento de un esfuerzo o una faena bien hecha que una recompensa material, no pretendemos sobornarles. 


 6. Ser creativos

Sed creativos: utilizad carteles, ofreced ayudas visuales y esquemas, mostrad películas, traed materiales reales, despertad la imaginación y haced juegos. Si en vuestras clases hacéis lo mismo todo el día, empezaréis a ser aburridos y repetitivos. Hace falta mirar los materiales y los contenidos que estáis enseñando y pensar cómo podéis transformarlos en una actividad más significativa, participativa y divertida. Quizás podéis practicar una nueva estructura en inglés mediante una mini obra de teatro o podéis convertir una lista de nuevo vocabulario en una canción que ayudara a hacerlo más memorable. También podéis fomentar que los estudiantes colaboren y trabajen juntos en actividades grupales; ésta es una manera excelente de ayudar a los estudiantes a motivarse mutuamente. 


 7. Ofrecer variedad de actividades 

Ofrecer actividades variadas a lo largo de la sesión también es una garantía para mantener el interés y la motivación de los alumnos. Un motivo importante es que todos, adultos y niños, tenemos un intervalo de atención limitada. El intervalo de atención de una persona se refiere a la capacidad que este individuo teiene para mantener su concentración en una sola tarea o estímulo, sin distraerse. A la hora de programar actividades en el aula se ha de tener en cuenta que la media de atención varía según la edad: siete minutos para niños de dos años; nueve minutos para niños de tres años; 12 minutos para niños de cuatro años; 14 minutos para niños de cinco años… Hasta un máximo de (solo) 20 minutos en adultos. Así pues, si queréis que vuestros alumnos os presten un poco de atención durante vuestras clases de 60 minutos es importante que tengáis preparar cinco, seis o siete minutos. Otro motivo importante para utilizar actividades variadas es que todos aprenden diferentes. En cada aula existen alumnos con diversos estilos de aprendizaje: visuales, tácticos, verbales y más reservados. Es responsabilidad del buen profesor descubrirlo todo conociéndolos y esforzándonos para enseñarles en consecuencia.


 8. Enseñar con entusiasmo 

La palabra entusiasmo deriva del griego antiguo enthous, que significa «poseído por un dios» y, ciertamente, el entusiasmo convierte al profesor en un gigante en el aula. Un profesor que enseñe con entusiasmo a menudo condimenta la clase con ilusión, diversión y anticipación; implica que los estudiantes participen; y los estimula a explorar. 

Así, el entusiasmo de los profesores despierta la curiosidad de los estudiantes y los motiva a aprender. El mayor beneficio del entusiasmo es que es viral y, por tanto, cuando hacéis clase con entusiasmo, también inspiráis a los alumnos que, por tanto, harán sus tareas con más esfuerzo y energía. Si os fijáis en vuestra propia experiencia vital como estudiantes, probablemente coincidiréis que los profesores que más os han inspirado y dejado una mayor huella son los que enseñaban su materia con más entusiasmo y pasión, tomadlos como modelo. 

In you I trust (confío en ti)

Educar en valores en el aula

El valor de la Confianza se podría definir como la creencia o la esperanza que tiene un individuo en que, un grupo u otra persona, sea capaz de actuar de una forma adecuada en una situación determinada. De puertas adentro, la confianza dota a las personas de seguridad en sí mismas, en sus cualidades y aptitudes. Es un valor que se consigue difícilmente y se pierde fácilmente.

 

 

Es válido decir que uno de los tipos de confianza más básicos es la autoconfianza. La autoconfianza se retroalimenta y crece a medida que el individuo se ve capaz de hacer frente a diferentes situaciones independientemente del resultado y más bien focalizando en el proceso, en el camino. Potencia el desarrollo personal porque es precisamente la mejoría en la destreza para manejar los problemas y la capacidad para tolerar el estrés de los mismos, la que hace que la persona confíe en sus propias habilidades. De hecho, las personas con una autoconfianza elevada suelen ver los problemas como desafíos y a menudo se animan fácilmente y son comprometidos.

 

No la confundamos con la autoestima, que es la valoración global que se tiene de uno mismo. Pero en el ámbito educativo la confianza también está presente en otras formas y con otros protagonistas, el sistema educativo, la escuela y su proyecto, el personal directivo, profesores, padres y madres y también agentes externos como lo son proyectos extraescolares. Es una realidad que la educación está cambiando para bien porque todos los que participamos en ella somos conscientes de lo importante que es potenciar la base de los valores y las fortalezas emocionales de quienes aprenden y de nosotros mismos.

 

 

Confiar es una de las virtudes más importantes para hacer que las relaciones interpersonales funcionen y sean duraderas. La confianza en los demás es clave en la escuela y la confianza alumno-profesor-alumno es condición sine qua non para que el aprendizaje suceda. Es una relación bidireccional entre quien confía y en qué o en quién confía. Si alumno y maestro construyen este vínculo, aumentará el compromiso y la entrega con que ambos asumirán su labor.

 

 

Nuestro alumnado necesita estar convencido de que su entrega, su tiempo y sus ganas cumplen el propósito de adquirir un idioma nuevo, una manera más de comunicarse, una llave para abrir puertas hacia caminos profesionales y que además le hagan sentirse más completos y mejores.

 

 

Y es aquí donde es necesario la confianza emocional. Aprender a conocer, a hacer, a ser y convivir con y a través de las emociones es un proceso continuo y permanente que incide en el desarrollo de la confianza.

 

 

La práctica da confianza y creer en las habilidades y aptitudes intrínsecas de cada uno es necesario para que los vínculos externos con el sistema, escuela, maestros y sociedad en general sean estables y responsables.

 

 

Ninguna relación importante puede sobrevivir cuando la confianza se pierde por completo”. (Paul Ekman)

 

 

Por eso, vale la pena confiar y entonces poder afincar la educación sobre la base de los valores humanos.

El valor del respeto en la educación

BeKith Inglés con valores

“Si
yo pudiera hacer una pizza gigante sobre la educación, la base, la masa,
estaría hecha de respeto y luego, todos los demás ingredientes” (César Bona).

El
respeto es fundamental en cualquier estadio de la vida y comienza por ser un
acto intrapersonal. El respeto a uno mismo es esencial para poder establecer
relaciones satisfactorias en todos los ámbitos de la vida como el familiar, el
laboral, el deportivo y el educativo. No en vano se escucha muy a menudo la
frase: respetarse a uno mismo para que los demás te respeten.

Y
es que practicar los valores también es respeto, ya que el hombre, por
naturaleza, es un ser social y de sociedad. 
Respetar implica, entre otras cosas, no querer dañar la integridad y la
sensibilidad de la otra persona, algo que podría traducirse como empatía: ese
acto de reconocer y ser capaz de ponerse en el lugar del otro. Y eso solo puede
nacer desde el respeto.

El
respeto en la educación deriva en muchos aspectos que comienzan cuando se
considera el derecho al tiempo del niño; concienciados de que no se debe forzar
a madurar antes de su ritmo y que, por ende, se les ha de permitir vivir cada
etapa plenamente y respetar lo propio en cada período. BeKith, consciente de
esto, siempre ha enseñado inglés de la manera más natural que existe, creando
el ambiente idóneo para que los pequeños se sientan motivados por el juego, el
movimiento, la música y las manualidades y respetando la evolución de sus
habilidades para ponerlas en práctica en el tiempo de trabajo en mesa.

Cuando
el maestro no limita los sueños de sus alumnos también educa desde el respeto.
Esta relación alumno-maestro, que se desarrolla a lo largo demuchos años en el entorno más
importante después del hogar y quizás en el que más tiempo pasan los alumnos,
es clave para cultivar el respeto. Por lo tanto una enseñanza sincera,
coherente y que respete a los estudiantes requiere de un esfuerzo importante
para saber escuchar, emocionar, promover o bien emprender.

El
respeto en la educación también se extiende desde las dimensiones emocionales
de la enseñanza, de modo que el educador debería ser capaz de ganarse ese
respeto y no imponerlo, de fomentar la creatividad y estimular la curiosidad
del alumnado, de mostrar la importancia de la gratitud con actos sinceros cada
día, en fin, darles las herramientas para la vida y “alfabetizarlos” en
valores.

Jamás
se debe perder este vínculo de respeto alumno-maestro, una relación que puede parecer
dispar porque es el segundo quien siempre deberá mostrar con el ejemplo los
límites infranqueables de una sana interacción. Es un aspecto clave en las
relaciones escuela-familia pero también entre profesores ya que del trabajo en
equipo surgen las grandes ideas y son el motor de la puesta en marcha de
infinidad de iniciativas que revolucionan cada día la educación en las
escuelas, colegios, institutos y universidades..

BeKith
nombra el Respeto como el primero de sus valores “core”, sin querer restarle
importancia a los otros, más bien ubicándolo en la base de la construcción de
los valores.

Mar
Romera dijo: “el amor se ancla en la admiración” y para BeKith el respeto
también se ancla en la admiración y en establecerlo como norma fundamental para
que todas las relaciones sociales sean reales y de calidad.

Volvamos a… educar en valores

BeKith - Educar en valores

Educar en valores

El mundo de la educación está cambiando. Diversos centros educativos contemplan, además de potenciar el desarrollo y el fomento de la autonomía de los alumnos, cuidar de su mundo emocional para que Viva y por consecuencia, Aprenda

Está comprobado a través de estudios que “las emociones impulsan el aprendizaje” (Linda Lantieri) y cuando se educa el corazón y la mente de manera conjunta, los estudiantes tienen mayor éxito académico.

Educar en valores en el aula
Las emociones y los sentimientos son una base fundamental para educar en valores

Las emociones y los sentimientos son una base fundamental para educar en valores.  La neurociencia ha demostrado que la razón no sirve para nada sin las emociones. Podríamos decir que un niño o adolescente con inteligencia emocional tiene mejor comportamiento y conductas éticas, es decir, tiene valores porque se reconoce a sí mismo y es consciente de su humanidad, se autorregula y así respeta a sus compañeros. 

¿Qué quiere decir educar en valores?

Educar en valores significa trabajar en niños y adolescentes el estímulo de las habilidades emocionales y sociales cómo aspecto básico en su proceso de preparación para la vida. Un camino en el que, no solamente deberán nutrirse académicamente, sino en el que tendrán que aprender a gestionar infinidad de situaciones adversas de las cuales esperamos, como madres, padres y maestros, que salgan airosos.

Los conocimientos y las emociones no se pueden desvincular y educar en valores es tan importante como impartir capacidades académicas. Juntos, serán el elemento diferenciador para que superen y tengan mayores probabilidades de éxito en la vida.

¿Cómo educar en valores?

Los valores son una especie de guía universal por la cual nos regimos en sociedad que, junto a nuestros principios -de carácter más ético- y nuestras emociones, son los pilares de nuestra existencia.

La primera pregunta que surgió cuando nació la idea de enseñar inglés con valores fue: ¿por qué y para qué vamos a enseñar valores? La respuesta vino de inmediato: ¡porque hay que rescatarlos, hay que volver a educar en valores!

La realidad de un mundo veloz y tecnológico se ha llevado por delante a las formas más básicas y primitivas del ser humano, esas que nos conectan con el cuerpo, donde residen las emociones y los conocimientos.

Para BeKith enseñar inglés y educar en valores significa extender el alcance de nuestra enseñanza y dejar huella. Significa enriquecer las dimensiones personales de nuestros alumnos para que convivan de mejor manera en sociedad y porque vamos a afianzar una forma de ser que se basa en la inclusión y en el respeto a los demás.

El reto es llevarlo a nuestras clases y que los alumnos aprendan inglés además de poner en práctica los valores.

BeKith sabe que la mejor manera de hacerlo es adaptando el programa a nuestro know how y a las planificaciones de clase, sin fisuras y de manera transversal, o como bien lo denomina Begoña Ibarrola “el riego por goteo”: una educación contínua y permanente; de modo que el aprendizaje del inglés sea aún más gratificante y motivador. 

Educar en valores desde los 3 años

Y es precisamente en ese período de aprendizaje, desde los 3 años y hasta los 25-30 inclusive, que el cerebro tiene esta cualidad “plástica” y se moldea a través de las experiencias. Experiencias que haremos llegar a nuestras aulas y esperemos que lleguen a los hogares. 

Los que educamos niños debemos recordar la importancia de nutrir nuestra propia vida interior y trabajar los valores con el objetivo de poder ofrecerles el apoyo que necesitan para desarrollar su propia fortaleza. Como bien dijo César Bona: “aprender a aprender”. 

Empezar por uno mismo, el bien ser y el bien hacer; concienciados de que todo cambio real parte de adentro hacia afuera. 

BeKith promueve la enseñanza del inglés con valores como el respeto, la confianza, el entusiasmo, el compromiso y la sostenibilidad; buscando profunda y esencialmente “el valor de estos valores”.

Hoy por hoy, los valores personales, morales y ciudadanos son básicos para el desarrollo del carácter; los sentimientos son también clave en el aprendizaje de valores y es absurdo no incluirlos dentro del currículum escolar. 

Queremos que nuestros alumnos aprendan inglés y sean mejores personas y esa ha sido nuestra misión a lo largo de todos estos años

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. Queremos que se preocupen por sus iguales, pero que también sean capaces de tomar buenas decisiones y sean resilientes a la hora de enfrentar retos. La diferencia es que ahora lo enseñaremos de manera intencionada y subrayando los valores ya implícitos en nuestra forma de trabajar, en nuestras clases y también en nuestro equipo de coordinadores y profesores. 

Francisco Mora Teruel, docente y doctor en Neurociencia y Medicina dijo: Somos lo que la educación hace de nosotros. Y es lo que BeKith se propone, hacer mejor personas de nuestros alumnos mientras aprenden inglés.