El valor de la Confianza se podría definir como la creencia o la esperanza que tiene un individuo en que, un grupo u otra persona, sea capaz de actuar de una forma adecuada en una situación determinada. De puertas adentro, la confianza dota a las personas de seguridad en sí mismas, en sus cualidades y aptitudes. Es un valor que se consigue difícilmente y se pierde fácilmente.
Es válido decir que uno de los tipos de confianza más básicos es la autoconfianza. La autoconfianza se retroalimenta y crece a medida que el individuo se ve capaz de hacer frente a diferentes situaciones independientemente del resultado y más bien focalizando en el proceso, en el camino. Potencia el desarrollo personal porque es precisamente la mejoría en la destreza para manejar los problemas y la capacidad para tolerar el estrés de los mismos, la que hace que la persona confíe en sus propias habilidades. De hecho, las personas con una autoconfianza elevada suelen ver los problemas como desafíos y a menudo se animan fácilmente y son comprometidos.
No la confundamos con la autoestima, que es la valoración global que se tiene de uno mismo. Pero en el ámbito educativo la confianza también está presente en otras formas y con otros protagonistas, el sistema educativo, la escuela y su proyecto, el personal directivo, profesores, padres y madres y también agentes externos como lo son proyectos extraescolares. Es una realidad que la educación está cambiando para bien porque todos los que participamos en ella somos conscientes de lo importante que es potenciar la base de los valores y las fortalezas emocionales de quienes aprenden y de nosotros mismos.
Confiar es una de las virtudes más importantes para hacer que las relaciones interpersonales funcionen y sean duraderas. La confianza en los demás es clave en la escuela y la confianza alumno-profesor-alumno es condición sine qua non para que el aprendizaje suceda. Es una relación bidireccional entre quien confía y en qué o en quién confía. Si alumno y maestro construyen este vínculo, aumentará el compromiso y la entrega con que ambos asumirán su labor.
Nuestro alumnado necesita estar convencido de que su entrega, su tiempo y sus ganas cumplen el propósito de adquirir un idioma nuevo, una manera más de comunicarse, una llave para abrir puertas hacia caminos profesionales y que además le hagan sentirse más completos y mejores.
Y es aquí donde es necesario la confianza emocional. Aprender a conocer, a hacer, a ser y convivir con y a través de las emociones es un proceso continuo y permanente que incide en el desarrollo de la confianza.
La práctica da confianza y creer en las habilidades y aptitudes intrínsecas de cada uno es necesario para que los vínculos externos con el sistema, escuela, maestros y sociedad en general sean estables y responsables.
Ninguna relación importante puede sobrevivir cuando la confianza se pierde por completo”. (Paul Ekman)
Por eso, vale la pena confiar y entonces poder afincar la educación sobre la base de los valores humanos.